Vivimos en una sociedad en que es
bien visto que los niños sean independientes, seguros y maduros, pero ¿qué
entendemos por ser independiente?
Por una parte, creo que el desarrollo de habilidades de acuerdo a la
edad del niño es muy positivo, por
ejemplo, que los niños aprendan a lavarse las
manos, vestirse, comer etc. Me
parece bien incentivar el desarrollo de
este tipo de habilidades porque mas allá de la actividad concreta estimulamos
el desarrollo psicomotor, pero ojo,
depende de la edad y las características particulares del niño o
el bebé. A veces me preocupa ver que un bebé de 6 meses (habitualmente) se tome
solito su leche afirmada por un paño, creo que esto tiene más que ver con la
comodidad del cuidador o la madre que otra cosa.
Por otra parte, está la independencia emocional, la que también es muy reforzada socialmente.
Por ejemplo, en una reunión social escuchamos buenos comentarios del bebé de 8 meses que sólo se ríe, pasa de brazo en brazo sin
reclamar y sin extrañar a la madre, todos dicen “que rico el bebé, ni molesta…”,
lo que me hace pensar ¿Qué hay realmente detrás de este tipo de exclamaciones o
afirmaciones? Para mí, un mal entendimiento de lo que la independencia es y su
desarrollo natural.
La ciencia de los bebés
desarrollada en los últimos 30 años vino aportar al entendimiento de estos, que son
mucho más complejos de lo que se pensaba y que sus características particulares más la crianza
dará como resultado un desarrollo particular. No son una tabla raza a la que se
les va a moldear según la conveniencia de los padres. Así mismo este nuevo
conocimiento nos aporta que la independencia se logra con muchas
experiencias de dependencia, el bebé y luego el niño adquirirá progresivamente
con nuestra ayuda, habilidades que le permitirán de a poco necesitarnos menos. Pensemos en lo siguiente: cuando son
muy bebés uno debe alimentarlos, sacarle
los gases, luego comienzan a comer con nuestra ayuda, luego solitos, comienzan
a saber cuando tienen hambre, qué quieren de comer cuando son más grandes,
luego buscar su propia comida y prepararla
para ellos y a otros cuando son adolescentes. De esta misma manera se logrará la
independencia emocional, muy de apoco, paso a paso, hasta cuando somos grandes y tenemos nuestras
propias familias y/o hijos.
Este es el camino largo, y claro
el difícil, pero forzar a los niños pequeños a que no nos extrañen, ni nos necesiten
tendrá consecuencias en el desarrollo emocional. Probablemente el niño se
adaptará, no mostrará grandes signos de extrañarte o necesitarte y se verá muy
grande y seguro. Lamentablemente la evidencia nos dicen que estos niños forman apegos evitantes, que de adultos se caracterizaran por tener un modelo interno donde otorgan importancia a
la realización personal y la autoconfianza a
costa de perder la intimidad con otros, desvalorizando la importancia de
los vínculos afectivos. Las consecuencias
son en realidad para ese adulto que le costara mantener relaciones, formar
pareja o mantener una familia.
Estoy segura que todos queremos
lo mejor para nuestros hijos, tanto ahora como en 30 años más, por tanto los invito
a tener paciencia esa dependencia de hoy es la seguridad, la independencia y la salud emocional de tú
hijo en el futuro.
Carolina González
Psicóloga
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